El siglo XIX México estuvo marcado por la lucha entre dos bandos ideológicos: liberales y conservadores. Cada uno se mostraba convencido de que su visión sobre la manera de organizar la sociedad era la mejor para gobernar el país, por lo que no llegaban a un acuerdo.
Los liberales sostenían que la mayoría de las instituciones, leyes y corporaciones del pasado colonial solo traerían perjuicios para México. De acuerdo a ellos, el modelo del progreso lo representaba Estados Unidos de América, que había adoptado ideas relacionadas con el liberalismo económico y político, y en consecuencia había alcanzado la modernidad.
Consideraban que una sociedad con mayor libertad en sus relaciones de intercambio, donde privara el interés individual sin muchas restricciones por parte del estado, alcanzaría la modernidad económica con mayor rapidez.
Esto implicaba llevar a cabo una serie de acciones radicales como poner fin a las corporaciones coloniales y sus privilegios: proclamar la igualdad de los ciudadanos ante la ley y ampliar las libertades civiles, así como la separación entre la iglesia y el estado para secularizar a la sociedad.
Los conservadores también aspiraban al avance económico de México, pero bajo otras formas de organización. En primer lugar favorecían el establecimiento de un gobierno central, o bien de una monarquía como la que impero durante los primeros años después de la independencia, pues consideraban fundamental mantener el orden en el país.
De acuerdo con este grupo el liberalismo constituía una amenaza para los propietarios y productores. Por ello se necesitaba un estado fuerte que estimulara y protegiera la economía nacional.
Los conservadores pensaban que no se debía ir en contra de las instituciones heredadas del virreinato como la iglesia y el ejercito, y de sus privilegios legales: fueros que consistían en no pagar impuestos o contar con tribunales especiales para juzgar sus faltas.
Actividad 5
Liberales y Conservadores
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